En
nuestra sociedad, quizás más que nunca se hace necesario el liderazgo. De
personas que asuman responsabilidades, que hagan lo que piensan y que provoquen
que las cosas se hagan. Desde una asociación de vecinos, la asociación de
padres y representantes de la escuela, los colectivos educativos, hasta la
dirección de equipos de trabajo o la organización de actividades. Prácticamente
no podemos encontrar actividades que no requieran el trato entre personas, y
finalmente el éxito o el fracaso de estas actividades depende en gran medida de
las personas y de la forma en que se organizan. Líder es aquella persona que
tiene en cuenta su entorno y lo sabe animar y dinamizar.
El
liderazgo es la forma en que alguien dirige, anima y apoya a un equipo de
personas. El mero hecho de ser jefe no significa ser líder. El hecho de ocupar
un puesto de responsabilidad no produce automáticamente liderazgo. Se puede
quedar en lo estructural, es decir, en ejercicio de poder. Y aunque el poder es
una parte del liderazgo, no es suficiente para llegar a ser líder.
En
numerosas tareas son necesarios cada vez más no sólo unos buenos conocimientos
técnicos sino también una óptima capacidad personal de liderar. Saberse liderar
a uno mismo es una de las claves del éxito en nuestra vida profesional y
privada, como también lo es ser capaz de resolver los problemas y tomar decisiones.
Todo ello viene enmarcado con una buena capacidad de comunicar. Estos ámbitos
son los que podríamos definir como clave. Pocas actividades se pueden
desarrollar satisfactoriamente sin tener un buen dominio en estos campos.
Así mismo la tarea educativa
siempre ha llevado implícita la función de liderazgo. En este liderazgo existe
un trasfondo ético que siempre ha rodeado a los actores del proceso
enseñanza-aprendizaje, puesto que la enseñanza es una actividad humana en que
las personas ejercen su influencia en los demás. Todo profesor debe ser un
líder y en el ejercicio de la función docente debe actuar sin demora, cuando ha
tomado conciencia de la necesidad de cambio en la realidad en que se
desenvuelve.
Sin duda hemos oído y
leído diferentes puntos de vista sobre el liderazgo del docente, en donde se ha cuestionado este
concepto y ha aparecido el maestro, el docente, como el líder generador de los
cambios ocurridos en ese ámbito.
Es indudable que el
maestro siempre ha figurado como líder en su quehacer de formador y que su
papel de liderazgo ha cambiado con el tiempo. Los nuevos modelos educativos que
vivimos, particularmente en nuestro país en las últimas décadas, marcan un
camino inédito, un rumbo nuevo en la educación. Ya es tiempo de que el líder
educativo en este campo haga nuevos compromisos, para seguir motivando la
interacción social entre los equipos de trabajo en el aula.
Actualmente, existe el consenso de que dirige
quien está consciente de la necesidad de cambio y, por lo tanto, lo estimula e
impulsa. Este ejercicio de liderazgo del docente consiste, por un lado, en
inducir en otros el proceso continuo de mejoramiento y, por otro, estar en
posición de influir para producir la innovación. Su esencia se centra en los
siguientes aspectos: la toma de decisiones, la motivación y el empuje de los
profesores en la innovación educativa. En éstos es trascendente la actitud de
liderazgo del docente.
El acto de educar es un
empeño humano ennoblecedor que no acepta esperas ni evasiones. Esta característica
de agente de cambio se reafirma cuando la
comunidad
le atribuye al maestro la calidad de creíble, pues él sabe qué quiere lograr de
sus alumnos y tiene los conocimientos, las destrezas y la disposición para
hacerlo y, además, asume que su rol educativo se ejercita en torno a un sistema
coherente de valores, los de la institución.
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También demuestra sus condiciones de líder
cuando está consciente de las posibilidades futuras de sus alumnos y, en
consecuencia, manifiesta su sentido de orientación y visión para el futuro. Con
ello rescata la esencia del acto de educar. Además, comprende que su labor es
estéril si no existen voluntades, motivaciones, estrategias y responsabilidades
compartidas y declaradas para lograr consistencias y coherencias y, por tanto,
es capaz de crear y sostener una comunidad de valores compartidos.
Este nuevo líder
educativo, al reconocer que la comunidad le asigna demandas múltiples y a
menudo divergentes en la cultura organizacional, actúa inspirado por la
filosofía del "nosotros" y no en la del "yo". Cuando se
identifica con la misión institucional en sus distintas manifestaciones, ofrece
alternativas metodológicas viables para promover aprendizajes de actitudes y
valores, y asume que con su ejemplo se hacen tangibles la visión y los valores
institucionales.
Este líder educativo, al
tener en cuenta las potencialidades y limitaciones de sus alumnos, impulsa sus
talentos, según sus manifestaciones personales, y fija objetivos alcanzables
que pueden ampliarse progresivamente.De este modo, ejerce el liderazgo docente,
entendido como proceso mediante el cual el maestro entrega lo mejor de sí mismo
para conseguir lo mejor de los demás.
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Desde hace mucho tiempo hasta
nuestros días, la humanidad ha cuestionado infinitos paradigmas y ha construido
otros nuevos pero, en general, todos han acordado en que la educación es el
medio a través del cual se construye el conocimiento y le toca al maestro como líder docente,
realizar esta tarea lo mejor posible.
Los docentes deben enfrentar
este nuevo cambio: aceptar que más importante que el conocimiento de hechos es
el aprendizaje de conceptos; que a cambio del aprendizaje memorístico, se tiene
el significativo y para propiciar esta transición hay que terminar con el
antiguo modelo de educador y trocarlo por este nuevo líder educativo. Por
tanto, deben generarse nuevas dinámicas educativas para que los alumnos
aprendan a aprender. Es necesario hacer el aprendizaje vívido y real, de manera
que la tecnología no se agregue como un apéndice, sino como una parte integral
del aprendizaje de los alumnos; que encuentren información, la sinteticen y la
usen en la construcción de un nuevo conocimiento. Se requiere hacer el aprendizaje
disfrutable y retador porque en el contexto en que se desenvuelven los alumnos,
se compite con nuevas tecnologías. Es en los salones de clase donde ellos
encuentran una manera de interrelacionarse con sus compañeros para entenderse,
construirse y convertirse en mejores seres humanos.
Esp.Lee González
Doctorante de la UFT
Lara Vzla

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