miércoles, 20 de febrero de 2013

El Liderazgo del Docente


En nuestra sociedad, quizás más que nunca se hace necesario el liderazgo. De personas que asuman responsabilidades, que hagan lo que piensan y que provoquen que las cosas se hagan. Desde una asociación de vecinos, la asociación de padres y representantes de la escuela, los colectivos educativos, hasta la dirección de equipos de trabajo o la organización de actividades. Prácticamente no podemos encontrar actividades que no requieran el trato entre personas, y finalmente el éxito o el fracaso de estas actividades depende en gran medida de las personas y de la forma en que se organizan. Líder es aquella persona que tiene en cuenta su entorno y lo sabe animar y dinamizar.
 
El liderazgo es la forma en que alguien dirige, anima y apoya a un equipo de personas. El mero hecho de ser jefe no significa ser líder. El hecho de ocupar un puesto de responsabilidad no produce automáticamente liderazgo. Se puede quedar en lo estructural, es decir, en ejercicio de poder. Y aunque el poder es una parte del liderazgo, no es suficiente para llegar a ser líder.

En numerosas tareas son necesarios cada vez más no sólo unos buenos conocimientos técnicos sino también una óptima capacidad personal de liderar. Saberse liderar a uno mismo es una de las claves del éxito en nuestra vida profesional y privada, como también lo es ser capaz de resolver los problemas y tomar decisiones. Todo ello viene enmarcado con una buena capacidad de comunicar. Estos ámbitos son los que podríamos definir como clave. Pocas actividades se pueden desarrollar satisfactoriamente sin tener un buen dominio en estos campos.

Así mismo la tarea educativa siempre ha llevado implícita la función de liderazgo. En este liderazgo existe un trasfondo ético que siempre ha rodeado a los actores del proceso enseñanza-aprendizaje, puesto que la enseñanza es una actividad humana en que las personas ejercen su influencia en los demás. Todo profesor debe ser un líder y en el ejercicio de la función docente debe actuar sin demora, cuando ha tomado conciencia de la necesidad de cambio en la realidad en que se desenvuelve.

Sin duda hemos oído y leído diferentes puntos de vista sobre el liderazgo del  docente, en donde se ha cuestionado este concepto y ha aparecido el maestro, el docente, como el líder generador de los cambios ocurridos en ese ámbito.
Es indudable que el maestro siempre ha figurado como líder en su quehacer de formador y que su papel de liderazgo ha cambiado con el tiempo. Los nuevos modelos educativos que vivimos, particularmente en nuestro país en las últimas décadas, marcan un camino inédito, un rumbo nuevo en la educación. Ya es tiempo de que el líder educativo en este campo haga nuevos compromisos, para seguir motivando la interacción social entre los equipos de trabajo en el aula.

Actualmente, existe el consenso de que dirige quien está consciente de la necesidad de cambio y, por lo tanto, lo estimula e impulsa. Este ejercicio de liderazgo del docente consiste, por un lado, en inducir en otros el proceso continuo de mejoramiento y, por otro, estar en posición de influir para producir la innovación. Su esencia se centra en los siguientes aspectos: la toma de decisiones, la motivación y el empuje de los profesores en la innovación educativa. En éstos es trascendente la actitud de liderazgo del docente.

El acto de educar es un empeño humano ennoblecedor que no acepta esperas ni evasiones. Esta característica de agente de cambio se reafirma cuando la

 
comunidad le atribuye al maestro la calidad de creíble, pues él sabe qué quiere lograr de sus alumnos y tiene los conocimientos, las destrezas y la disposición para hacerlo y, además, asume que su rol educativo se ejercita en torno a un sistema coherente de valores, los de la institución.

También demuestra sus condiciones de líder cuando está consciente de las posibilidades futuras de sus alumnos y, en consecuencia, manifiesta su sentido de orientación y visión para el futuro. Con ello rescata la esencia del acto de educar. Además, comprende que su labor es estéril si no existen voluntades, motivaciones, estrategias y responsabilidades compartidas y declaradas para lograr consistencias y coherencias y, por tanto, es capaz de crear y sostener una comunidad de valores compartidos.

Este nuevo líder educativo, al reconocer que la comunidad le asigna demandas múltiples y a menudo divergentes en la cultura organizacional, actúa inspirado por la filosofía del "nosotros" y no en la del "yo". Cuando se identifica con la misión institucional en sus distintas manifestaciones, ofrece alternativas metodológicas viables para promover aprendizajes de actitudes y valores, y asume que con su ejemplo se hacen tangibles la visión y los valores institucionales.

Este líder educativo, al tener en cuenta las potencialidades y limitaciones de sus alumnos, impulsa sus talentos, según sus manifestaciones personales, y fija objetivos alcanzables que pueden ampliarse progresivamente.De este modo, ejerce el liderazgo docente, entendido como proceso mediante el cual el maestro entrega lo mejor de sí mismo para conseguir lo mejor de los demás.


 
La tarea del líder educativo está marcada por la necesidad de infundir en los alumnos la curiosidad y el espíritu crítico, abordar el conocimiento desde el cuestionamiento y el razonamiento, interactuar con sus compañeros y contigo, sabiendo leer la información de los medios y por sobre todas las cosas, transmitirles la convicción absoluta del poder transformador del individuo (el poder de UNO) para crear y recrear su propia realidad, con una conciencia de responsabilidad social en este mundo globalizado en donde la solidaridad es el único puente que enlaza a los individuos.


Desde hace mucho tiempo hasta nuestros días, la humanidad ha cuestionado infinitos paradigmas y ha construido otros nuevos pero, en general, todos han acordado en que la educación es el medio a través del cual se construye el conocimiento y  le toca al maestro como líder docente, realizar esta tarea lo mejor posible.

Los docentes deben enfrentar este nuevo cambio: aceptar que más importante que el conocimiento de hechos es el aprendizaje de conceptos; que a cambio del aprendizaje memorístico, se tiene el significativo y para propiciar esta transición hay que terminar con el antiguo modelo de educador y trocarlo por este nuevo líder educativo. Por tanto, deben generarse nuevas dinámicas educativas para que los alumnos aprendan a aprender. Es necesario hacer el aprendizaje vívido y real, de manera que la tecnología no se agregue como un apéndice, sino como una parte integral del aprendizaje de los alumnos; que encuentren información, la sinteticen y la usen en la construcción de un nuevo conocimiento. Se requiere hacer el aprendizaje disfrutable y retador porque en el contexto en que se desenvuelven los alumnos, se compite con nuevas tecnologías. Es en los salones de clase donde ellos encuentran una manera de interrelacionarse con sus compañeros para entenderse, construirse y convertirse en mejores seres humanos.

Esp.Lee González
Doctorante de la UFT
Lara Vzla

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